domingo, 12 de agosto de 2012

catorce de enero.

Fue efímero pero intenso. No, no hablo de amor, tampoco de amistad, sino de aquella maldita mirada que vi un catorce de enero. 
Estoy en la parada del autobús, a mi derecha dejo caer mi maleta de escapadas (cuando necesito salir de todo lo que me rodea, de la rutina, de la hipocresía... la busco y espero ahí, justo donde estaba).
Leo al gran Bukowski y me inundo en todas sus letras sin mirar a mi al rededor. Tengo esa gran virtud de oír a la perfección cuando llega mi autobús y no otro, es entonces cuando subo la cabeza y dejo las letras atrás.
Pero algo pasa: noto cómo alguien tose a mi lado, puedo notar cómo clava la mirada en mí.
Decido levantar la mirada de aquellas páginas y busco dónde está esa persona. Y lo veo, sonriendo. 
Me pregunta por el libro que tengo entre mis manos, acertando que es de Bukowski. Me limito a asentir sin decir palabra alguna. Mi mirada no se va de la suya, incluso a ratos no escucho lo que dice.
Subo al autobús y me siento en el asiento de siempre. Última fila a la derecha, junto a la ventana.
Finalmente hablo, hablamos durante los veinte minutos que tardo en llegar a mi destino, a pesar de que no sé bien a dónde voy. Quizás más bien estoy esperando a sentirme capaz de dejar de mirar a unos ojos tan corrientes como los suyos pero que me tienen atrapada. Casi literalmente, me atrevo a decir. 
Hoy lo volví a recordar cuando sentí frío al mirar a un transeúnte. No, no hablo de amor, tampoco de amistad, sino de aquella maldita mirada que vi un catorce de enero.

1 comentario:

  1. Que bonito, me gustó que empezarás y terminarás con la misma frase.
    "Efímero pero intenso" sí que ha sido esta delicia tuya. Gran fan, ya lo sabes ♥

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Dime si sentiste algo al leer las palabras que salieron de mis labios. Puedes conseguir que sonría.