Fue efímero pero intenso. No, no hablo de amor, tampoco de amistad, sino de aquella maldita mirada que vi un catorce de enero.
Estoy en la parada del autobús, a mi derecha dejo caer mi maleta de escapadas (cuando necesito salir de todo lo que me rodea, de la rutina, de la hipocresía... la busco y espero ahí, justo donde estaba).
Leo al gran Bukowski y me inundo en todas sus letras sin mirar a mi al rededor. Tengo esa gran virtud de oír a la perfección cuando llega mi autobús y no otro, es entonces cuando subo la cabeza y dejo las letras atrás.
Leo al gran Bukowski y me inundo en todas sus letras sin mirar a mi al rededor. Tengo esa gran virtud de oír a la perfección cuando llega mi autobús y no otro, es entonces cuando subo la cabeza y dejo las letras atrás.
Pero algo pasa: noto cómo alguien tose a mi lado, puedo notar cómo clava la mirada en mí.
Decido levantar la mirada de aquellas páginas y busco dónde está esa persona. Y lo veo, sonriendo.
Me pregunta por el libro que tengo entre mis manos, acertando que es de Bukowski. Me limito a asentir sin decir palabra alguna. Mi mirada no se va de la suya, incluso a ratos no escucho lo que dice.
Subo al autobús y me siento en el asiento de siempre. Última fila a la derecha, junto a la ventana.
Finalmente hablo, hablamos durante los veinte minutos que tardo en llegar a mi destino, a pesar de que no sé bien a dónde voy. Quizás más bien estoy esperando a sentirme capaz de dejar de mirar a unos ojos tan corrientes como los suyos pero que me tienen atrapada. Casi literalmente, me atrevo a decir.
Hoy lo volví a recordar cuando sentí frío al mirar a un transeúnte. No, no hablo de amor, tampoco de amistad, sino de aquella maldita mirada que vi un catorce de enero.
Que bonito, me gustó que empezarás y terminarás con la misma frase.
ResponderEliminar"Efímero pero intenso" sí que ha sido esta delicia tuya. Gran fan, ya lo sabes ♥