martes, 28 de junio de 2011

La carta que nunca llegó a sus manos.

¿Sabes? todas aquellas lágrimas que llevaron tu nombre las metí en esta botella para que recuerdes que sí, que lloré por ti aunque tú digas no una y otra vez. Mis noches fueron frías, no tuve tus brazos en los momentos más duro de mi vida, y eso, me hacía llorar hasta ahogarme en mis propias lágrimas. Leer tus cartas me hacía temblar, temblar de nostalgia y de inseguridad al saber que a partir de aquel día no te tendría y viviría mi vida sola, sin compartirla con nadie. ¿Recuerdas cuando siempre hablaba en segunda persona del plural? era porque para mí todo lo que yo tenía no era mío, sino de nosotros, éramos dos cuerpos pero un alma. Adoraba pelearme contigo para que vinieras hacia mí y me comieses a besos, mientras me tumbabas en la cama. Los amaneceres en la playa eran magia, aunque me negara a admitirlo. Tenía miedo, miedo de que esa magia se fuese con las olas y que no regresara jamás, miedo de que todo perdiera el sentido, la ilusión, de mirar tus ojos y no verme. No necesitaba que hablaras, tan solo necesitaba sentir tus brazos y que te llevaras mis lágrimas en tu dedo índice. No necesitaba que hablaras, tan solo necesitaba saber que estabas ahí.





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3 comentarios:

  1. Me ha recordado a esos pensamientos que ocupan nuestra mente pero que nunca se materializan. Beijinhos.

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  2. Coincido con Ardid. Y todos esos pensamientos deberían salir de nuestra boca,pero al final se quedan siempre guardados en un cajón,como confesiones que nos hacemos solo a nosotros mismos.Y mientras,la otra persona sigue ajena a esas lágrimas,ese miedo y esos sentimientos.

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  3. Esas olas que, cuando estás acompañada te parecen maravillosas, pero que cuando se han llevado los mejores momentos de tu vida se convierten en enemigas.
    Me requetencanta.
    Un beso (con olor a verano)

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