miércoles, 10 de agosto de 2011

Alma se llamaba.

El reloj de aquella sala amplia, llena de personas de avanzada edad, marcaba las cinco de la tarde cuando entró por la puerta. Sabía muy bien a quién buscaba y el por qué de su vuelta a ese lugar. Buscó entre todas las personas y logró verla, en el mismo lugar donde la última vez la vio, hará unos quince años. Se acercó lentamente a ella, la cual no se percató de su presencia o si lo hizo le era indiferente, como ella fue en su vida: nada, nadie. Alma se llamaba. Alma tenía la mirada perdida en la ventana, aquélla que sus ojos apagados habían estado mirando durante quince años, observando todos los cambios que se habían realizado desde entonces. Él la miraba con tristeza. Decidió sentarse a su lado, con miedo. Se sentía avergonzado, sentía vergüenza de haber dejado abandonada a aquella persona que le dio la vida y él en cambio se lo pagó apagando la suya, matándola de soledad y de tristeza. << Mamá >> musitó. Ella siguió con la mirada perdida en los pájaros que volaban en el cielo y se refugiaban en los árboles, haciendo caso omiso de lo que aquel desconocido le decía. << Perdóname, mamá >> Aquel hombre que llevaba su sangre aunque le pareciera mentira, lo llamó Michael cuando le dio luz. Ese hombre comenzó a llorar desesperadamente, tapándose la cara con las manos. Se sentía impotente, su cuerpo se inundó de tristeza y de dolor al pensar que había perdido tantos años lejos de su madre, la cual estuvo sola, sin recibir ni una llamada de su único hijo y que ahora era demasiado tarde para recuperar ese tiempo perdido. Alma quitó la mirada por primera vez durante mucho tiempo de la ventana y lo miró. Su doctora se acercó para ver si todo estaba bien y Alma la miró con ademán de marcharse, pero antes de hacerlo miró a los ojos de Michael y preguntó: ¿Dónde estuviste cuando te necesitaba, Michael? y salió de aquella sala acompañada de la doctora, dejando atrás a un hombre destrozado con la compañía de las consecuencias que le han traído sus actos.

5 comentarios:

  1. No sé si me da más pena el arrepentimiento de Michael o el dolor de Alma. Insuperable, cómo siempre.

    Dulces besos de chocolate ♥.

    ResponderEliminar
  2. Impresionante. Beijinhos.

    ResponderEliminar
  3. Hola, acabo de entrar en tu blog y me ha gustado mucho. Te sigo. ESpero poder verte por mi blog para que nos comentemos.

    http://unmarinfinito.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  4. Qué triste...
    Nunca me ha gustado ir a esos centros, me parte el corazón, como le hizo Michael a su madre.
    Un beso enorme, me ha encantado :)

    ResponderEliminar

Dime si sentiste algo al leer las palabras que salieron de mis labios. Puedes conseguir que sonría.