domingo, 2 de septiembre de 2012

dejará de ser de uno, para ser de dos.

Cuando entré estabas al lado de la cama, sentada en el suelo con la cabeza apoyada en tus rodillas. Pude apreciar que en ellas quedaba aún la huella de la herida que días atrás te hiciste. 
Me acerco con cuidado y te toco el pelo. Tan suave como siempre. La pequeña de la casa, la niña de los ojos de toda persona. Sonrío y recuerdo cuando años atrás también me encerraba en el mismo cuarto y me sentaba en aquél hueco con intención de que mis tristezas se fuesen. Aunque nunca ocurría. 
Me abrazas sin decir nada. Te aparto las lágrimas y me preguntas por qué las personas grandes como yo nunca lloramos. Siento un vacío aquí dentro, pero respondo. Te digo mirando a los ojos que lloro todos los días de mi vida, aunque no haya lágrimas en mis ojos. Y te abrazo, prometiéndote a la vez que jamás estarás sola. Y que ese hueco de la habitación dejará de ser de uno, para ser de dos. 


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