miércoles, 2 de noviembre de 2011

Y joder, qué guapo te veías.

Espera, ¿dónde crees que vas? ¿y el beso de la despedida a quién se lo has dado? pregunté tan simpaticón como siempre, con esa sonrisa de hombre chulo que tanto te gusta. Y no me respondiste, ni me miraste. Te fuiste también con esa pinta de hombre duro que hace que me pierda, pero esta vez de hombre duro de verdad. Nada de teatro, nada de papeles. Estabas realmente cabreado. Y joder, qué guapo te veías. Fui detrás de ti, sin pensar que era aquello lo que querías. Te llamé, grité entre la muchedumbre y todos miraron menos tú. Corrí, creo que más que nunca y te alcancé. << Escúchame, por favor >> dije mirándote a los ojos con seriedad. Tu rostro cambió al mirarme y sonreíste, esperando que dijera algo. << Volvamos a casa y arreglemos todo esto entre las sábanas >> te susurré al oído. Volviste a hacerlo; sonreíste, y me agarraste de la mano en medio de aquellas personas que se pararon a ver nuestro espectáculo, sin importarte que sus miradas se dirigieran a nosotros, a nuestras manos y a nuestras miradas de enamorados empedernidos.

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