pero era imposible. debíamos hacerlo; tú irte y yo dejarte marchar.
créeme que intenté soportarlo, esquivar las miradas ajenas y pensar que todo volverá a la normalidad. pero la indiferencia no vino a mí, la sustituyó la impotencia de no poder hacer nada, de esperar a que llames para escuchar de nuevo tu voz, de leerte, de pensarte diez mil veces más, de quererte aunque los kilómetros pesen, dañen, maten.
pero ¿sabes? te quiero, y eso, nadie puede negarlo.
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