-Toma, acabarás antes.
Tu cabeza giró hacia donde procedía aquella voz, la cual estaba más cerca de donde creías. A un metro tuyo una mujer de estatura media, pelo liso y de color chocolate, ojos grises y labios morados te sonreía mientras te ofrecía un cigarro.
- Muchas gracias,- dijiste mirándole la pecas que decoraban su cuello- siéntate conmigo, por favor.
Ella se sentó a su lado, pidió doble whisky y comenzó a hablar. Le contó cosas sobre su vida, como que principalmente se llamaba A. Sí, era raro, aunque él no se extrañó -quizás el efecto del alcohol hiciese que creyese que era algo normal llamarse de ese modo- y la escuchaba con los ojos bien abiertos sin parpadear para evitar perderse un pequeño detalle de sus manos al gesticular o de sus labios al pronunciar las palabras. Su acento le hizo saber que era italiana.
Pasaron horas sentados allí, personas entraban y salían del bar, el tiempo pasaba y ellos no se daban cuenta. Tras quedarse el bar vacío y recibir la mirada del camarero salieron y dieron un paseo. Pasearon durante toda la noche, rieron y sonrieron. Se tumbaron en medio de la carretera a ver las estrellas. Eran dos borrachos en medio de una gran ciudad pero no dos borrachos cualquiera sino dos borrachos felices y eso, nadie lo podía negar.
Seguro que A. le quitará las penas durante un tiempo =)
ResponderEliminarPor qué será que los personajes que se llaman A tienen gancho
ResponderEliminarUn beso
A me ha enamorado. Ojalá consiga volver a hacer feliz al muchacho :)
ResponderEliminar¿Por qué siempre damos por hecho el amor? Me ha gustado.
ResponderEliminar