lunes, 31 de octubre de 2011

anhelo.

anhelo, como si se me fuera la vida en ello.
quizás es porque no hay nada más que me atrape que anhelar. puede que sea eso justo lo que quiero dedicarme durante toda la (poca) vida que me queda.
respirar despacio, o intentarlo.
desde que llevo aquí metida en esta cama sin poder moverme ha pasado muchas cosas por mi cabeza, imaginé tantísimas veces cómo sería el momento de mi muerte en esta cama. ¿quién estará a mi lado? o ¿habrá alguien a mi lado? pensé en decir tu nombre cuando sienta que la muerte está llegando y que sea lo último que mis palabras digan. estaba convencidísima de que eso haría. pero al final eso cambió. no me preguntes por qué, pero sentí que no te merecías eso. que eso no significa que tú no seas mi último pensamiento, porque eso no lo podría evitar, pero jamás diría tu nombre, jamás haré que te preguntes el por qué, o creas que aún te quería. no, no. Anhelar, esa fue la palabra que te remplazó, esa fue la que me pareció que era la correcta, la que definía mi vida perfectamente en un último susurro. son cuarenta y cinco años anhelando, y jamás he conseguido aquello que quería, que me propuse. y cuando lo conseguí se fue demasiado rápido de mis manos.

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